Tras finalizar los días grandes de nuestra ciudad, es justo y necesario realizar un pequeño compendio de claros y oscuros con el único fin de realizar una crítica constructiva a todo lo que engloba nuestra Semana Santa. En general podemos calificar esta Semana Santa como buena, a excepción de las hermandades del Lunes Santo que se quedaron finalmente sin realizar su estación de penitencia (San Pablo, Santa Genoveva, San Gonzalo y Santa Marta). Parece que las hermandades con nomenclátor de santos estuvieron gafadas el lunes. Salvo este detalle, la Semana se ha desarrollado con normalidad; teniendo un buen tiempo y una buena temperatura en las calles de nuestra ciudad.
CLAROS
- La perfecta medida de algunas cofradías y el exquisito gusto en todo lo que abarcan. Cortejo, detalles, flores, repertorio musical…Ejemplos de estas corporaciones son casos como Santa Cruz o el Cristo de Burgos.
- La finura del palio de la Virgen de los Dolores del Cerro del Águila. Venir de los extramuros de la ciudad no tiene que ser sinónimo de “bullanguerismo” o de excesos estéticos. Desde el andar, el manto, el palio, las flores o el repertorio son claros ejemplos de buen gusto por parte de una hermandad de barrio. Chapeau.
- El redescubrimiento de hermandades clásicas y con buen gusto como son Carretería, Montserrat o la Exaltación. Misterios con sabor añejo, junto con palios clásicos y muy sevillanos.
- El andar fino y elegante de misterios como el Desprecio de Herodes de la Amargura, el de la Bofetá o el señor de la Salud de la Hermandad de los Gitanos.
- La llegada de una nueva hermandad como el Sol a la nómina de la Semana Santa demuestra que se sigue renovando, y que hay cabida para nuevas cofradías.
OSCUROS
- La “poquísima” cultura cofrade de muchos sevillanos, fundamentalmente en lo que a moverse por el casco antiguo de la ciudad o ver Semana Santa se refiere. Llegar con dos horas de antelación a la cruz de guía de una hermandad no da derecho a nadie a “acotar” ningún cortijo alrededor de las losetas que pisa.
- El excesivo celo que agentes de seguridad y policía ponen para que “el paso pueda andar”. Son necesarios porque colaboran para que las hermandades tengan la seguridad que necesitan, pero a veces se peca demasiado en intentar “limpiar” a toda costa todos los aledaños al paso cual desfile militar.
- El ambiente excesivamente ordinario que rodea a algunas hermandades. Son elementos externos que las corporaciones no pueden controlar, pero da mucha pena ver gritos, vivas o aplausos desmesurados a momentos que no lo requieren.
- Las presidencias detrás del cuerpo de acólitos. Los ciriales y el incienso están para honrar a la imagen que va en el paso, no para preceder al protagonismo excesivo que algunas varas quieren tomar en ciertas cofradías. La Macarena o San Bernardo son buena prueba de ello.
- El repertorio infame de algunos pasos de palio, debido a ciertos compromisos con bandas o autores. Según el cariz del palio, es fácil acertar con el repertorio cuando hay un buen número marchas clásicas que dan un sabor claro de Semana Santa. Algunas composiciones nos trasladan a “otras” fiestas y a “otros” lugares.
- La estética de la Hermandad del Sol. Siempre es buena noticia la incorporación de una hermandad a nuestra semana mayor. Pero en este caso innovar no va acompañado de buen gusto. La Semana Santa de nuestra ciudad se mueve en un canon no escrito que todas las corporaciones respetan, pero la hermandad del Plantinar quizás ha pecado de demasiado innovadora en su estética. Palios pintados, hachetas y excesivo simbolismo desvirtúan el estilo estético de nuestra Semana Santa
- Que la Hermandad de la Resurrección tenga que salir a las cuatro y media de la mañana desde la calle San Luis. La estampa encoge el corazón.